Breve relato sensorial del Paseo La Playa
Breve informe de respuestas:
El presente informe es una recopilación de ideas, percepciones, pensamientos y sueños que surgen de los asistentes a los talleres de reconocimiento del territorio. En estos talleres, los participantes se embarcaron en un recorrido sensorial por el Paseo La Playa, abrieron sus sentidos a los estímulos olfativos, auditivos, visuales y palpables del territorio, para la recolección de información que sirva en la construcción de un sistema simbólico. De esta manera, los participantes fueron guiados con una serie de preguntas generales, que permitiesen una polifonía de voces, respuesta y experiencias.
El campo de acción del recorrido comprendí, siguiendo el trazado de la Av. La Playa, el Teatro Pablo Tobón Uribe, la FUBA, hasta llegar a Junin. La metodología consistía en entregar una pequeña libreta de notas, sobre las cuales se escribían las impresiones, al tiempo que se dejaban impresas algunas texturas hechas con tinta y un bloque de plastilina que podía adaptarse a la superficie y replicarla en negativo.
El centro de Medellín enfrenta un panorama complejo. El volumen de gente transitando por las calles y aceras diariamente merman la capacidad apreciativa de lo que sucede, el estímulo del ritmo de vida reemplaza u opaca cualquier estímulo que pueda emergen de la propia ciudad, de sus estructuras y calles; en su lugar, queda solo el “barullo”, la contaminación, el smog que convierte el aire en una densa carga antes que en un halito de vida. El escáner sensorial cotidiano omite estímulos específicos y se centra en el transito, cumpliendo con la promesa del no-lugar, en la necesidad urgente de llegar al destino, al trabajo, a casa o el transporte.
En la exploración sensorial, sin embargo, el territorio revela elementos que se omiten, sea por el afán que los invisibiliza, o por la cotidianidad que acaba por agruparlos todos en un mismo conjunto, al que llamaremos “El Centro” (ese lugar que parece confundir todos los sentidos, que amalgama todos los elementos, relaciones y fenómenos en un solo sitio abstracto) el oído aguzado, el olfato alerta, acaba por dar matices a la experiencia de su paso por La Playa.
Así, entre las sensaciones que suscita un lugar tan cargado de significados y fenómenos, vienen a la mente sensaciones como la nostalgia por rememorar la infancia y las épocas en las que todo lucía diferentes, o alegría y el asombro, propias de encontrarse con un sitio habitado de distintas formas, en constante movimiento, ágil en su movimiento.
A continuación, se hará un resumen general de las preguntas articuladas en el taller.
La primera pregunta cuestiona el inicio y fin de La Playa, se llegó a conclusión que empieza en el cincuenta y uno de la calle Berrio de la treintena y nueve, terminando en la desembocadura del río aburra.
En las respuestas, se insiste en la idea de una Quebrada Santa Elena descubierta, limpia y en buenas condiciones. La quebrada desde el siglo pasado ha permanecido cerrada y fluye bajo el pavimiento. Esta idea de una imagen más habitacional de La Playa resuena con la idea de una zona con mejor iluminación, más segura (pues se refieren a la “seguridad” como una idea a futuro), sin presencia de habitantes de calle y peatonal; es decir, un sitio de esparcimiento y convivencia.
El comercio se debate entre la formalización de este, la supresión del comercio informal o la ampliación de sus dimensiones en locales formales y nuevas formas de negocios como terrazas.
La segunda pregunta va dirigida al imaginario desde la percepción óptica de La Playa, se nota una insistencia por la limpieza y la seguridad de las calles, estas respuestas dan diferentes aristas de ideas posibles para que ocurran, por ejemplo, para la seguridad proponen poner vigilancia, iluminación, ayuda de la policía. Para la limpieza no solo hacen referencia a la implementación del uso responsable a la hora de arrojar los desechos a la calle, sino a una limpieza donde se ve implicada la reducción de pancartas publicitarias y la contaminación auditiva que generan los buses.
La tercera pregunta responde a la perspectiva visual de los colores que resaltan más en La Playa. Los resultados en orden ascendente, empezando de primero a último, fueron los siguientes: verde, gris, naranja, ocre, blanco, multicolor por los grafitis, café y negro La gama cromática que predomina son los colores maté, propios de la naturaleza y el concreto. Los verdes de los árboles que decoran la playa, el gris de las construcciones, calles y aceras, y el ocre y café de las cortezas de los árboles, fueron algunas de las respuestas que podrían vincularse a la convivencia espacial de la naturaleza y la ciudad. En menor medida, el blanco y el naranja hacen presencia en los colores de edificios y negocios, y la palabra “multicolor” se menciona como testimonio de diversidad y contraste.
La cuarta pregunta continua por el camino de la retentiva visual desde una forma en particular que llamara la atención en el recorrido. Los negocios con exceso de avisos publicitario y las basuras fueron los más repetitivos, pero hubo en particular uno que, al momento de resonar, todos los presentes estuvieron de acuerdo y fueron las fachadas coloniales, la historia que hay en ellas, lo importante que son para La Playa para la significación de sus espacios. En sus formas, las pequeñas y grandes, las respuestas giran en torno a la ya conocida convivencia entre naturaleza y urbe. Las formas de hojas, troncos, raíces y los sonidos de los pájaros, comparten percepción con los bustos de personajes históricos y las fachadas coloniales; estas formas son vistas con respeto y cariño, emergen de una sensación de identificación con el territorio, no así las que surgen de las quejas, como las basuras amontonadas y el exceso de avisos y letreros comerciales dispares.
La quinta pregunta fue dirigida a la memoria, a que se recordará un momento en La Playa. La niñez, los alumbrados, el desfile de mitos y leyendas fueron algunas de las respuestas, dando muestra que La Playa es mucho más que un lugar, que cada calle tiene un sentido, hasta las bocas de las llaves antiguas traen sensaciones de un hogar pasado, pero jamás olvidado. En el recuerdo, es decir, la inquietud por el pasado de la vida personal de La Playa, las respuestas rescatan memorias de un tiempo en que el territorio se habitaba de otras formas, se concebía como un sitio de esparcimiento, embellecido por los negocios de flores, por las decoraciones de las épocas decembrinas pasadas, y una emoción de nostalgia juvenil en el trayecto al colegio o a casa después de clases. El silencio es también un recuerdo presente, aunque condicionado por la actualidad y la contaminación auditiva del tráfico. En el recuerdo aparece también la imagen de las personas que, en zancos, prendían luces y velas en las calles.
La sexta pregunta continua por la línea emotiva, apelando por una emoción otorgada para La Playa. Luego de la que la memoria fuera activada la nostalgia de recordar el pasado fue el primer sentimiento en surgir, sin embargo, dejando de lado el sentimentalismo volvió la razón y la falta de seguridad se hizo presente, el contraste de un pasado alegre, logro que la falta de seguridad fuera tema de debate.
La séptima pregunta cambia de sentido sensorial para el auditivo, el barullo de los vendedores y el ruido de los carros tomaron la delantera, pero algunos asistentes apelaron a la sensibilidad, notando los pájaros y el viento, dándole el protagonismo a los detalles que estaban siendo pasados por alto.
El registro auditivo se divide entre aquello que era posible escuchar, y lo que se deseaba escuchar pero que era imposible. Entre lo que escucharon en La Playa, el ruido de la ciudad es protagonista: el comercio, tráfico, las voces de los vendedores y el “barullo” común de la vida citadina ajetreada se encuentran como puntos comunes, aunque el viento que fluye, aprisionado por las edificaciones, y siguiendo al trazo de la avenida, también es un elemento a tener en cuenta. Aún con esto, las aves (una pequeña parvada de pericos que volaba por el sitio), se robaron la atención por un momento; el hecho de que estos pequeños eventos se aprecien con tanta puntualidad habla también del deseo por encontrar algo más que concreto.
El sonido es también un indicador de ausencias. En un primer momento, si bien se centró en recopilar los sonidos del sector, una rápida revisión de las respuestas delata la ausencia de ciertos sonidos y comunican el deseo de los mismos. Si bien el reclamo por el silencio se hizo presente, también sucedió con el deseo de los sonidos habitacionales, la voz de los niños, el juego, y el sonido particular que produce la presencia humana habitando un lugar, paseando por el, no solo siguiendo de largo en afán de llegar a otro destino. El deseo de escuchar a quebrada se manifiesta también aquí.
La octava pregunta continuó con lo sonoro, pero ahora indagando esos sonidos escondidos o inexistentes de La Playa. El silencio fue el más extrañado junto a la quebrada.
La novena pregunta, era encontrar la parte más viva de la playa, el teatro Pablo Tobón Uribe y la vena comercial que hay en el sector.
La décima pregunta vuelve a introducirse en la sensorialidad, en este caso desde lo olfativo. Los primeros olores no fueron agradables y directamente fueron mencionados como un lugar que no huele bien, sanitario público y gasolina fueron los encargados de darle esta etiqueta, pero también aparecieron olores atractivos como churros y papas. Con los otros sentidos, si bien las molestias eran evidentes, en el olfato las premisas negativas encuentran un argumento; la falta de cuidado, de pertenencia y las condiciones ambientales se manifiestan en un desfile “desagradable” de olores como el smog, el diésel producto de una situación de movilidad que pareciera insostenible para algunos, y los olores producidos por residuos biológicos en jardineras y aceras. Con estos olores, llegan también algunos propios del comercio informal, y con cariño se menciona el olor a “papitas”, churros y empanadas.
La onceava pregunta cambia de sentido social para tacto, buscando la textura que mejor represente a la playa. Fue una mezcla de texturas, los que surgió, áspera, rugosa y lisa, que, aunque al parecer no tienen mucha relación, resumen el recuerdo del pasado, la dureza de presente y la idealización del futuro.
La doceava aterriza a los participantes, buscando una mirada real y cercana de lo que necesita La Playa, todos apostaron por el cuidado y la seguridad, crear conciencia con quién habita y con quién habitará la playa. Concluyendo con el viaje sensorial, se pide a los participantes mencionar aquello que le hace falta, en general, a La Playa. Las conclusiones hablan por sí solas, y se han visto impresas en esta recopilación de experiencias: en cuanto a aquellos fenómenos que responden a una dimensión social y de iniciativas colectiva, hablan de la falta de cuidado, sentido de pertenencia, arte, unión y programas; en la materialidad, por otro lado, mencionan la falta de iluminación, peatonalización y seguridad.
La treceava y última pregunta, busco que se pensara en el rincón más icónico de la playa, como se esperaba, las respuestas fueron diversas, pero siempre reiterando lugares como, el teatro Pablo Tabón Uribe, el Palacio de Bellas Artes, la casa Barrientos y el edifico coltejer.
Para cerrar, los participantes mencionaron algunos de los sitios icónicos de La Playa. Esta información permite ubicar sitios estratégicos de intervención, conocer la imagen social del territorio, y concebir elementos y contenidos propicios en lugares tácticos del territorio a intervenir. Los sitios mencionados, son los siguientes:
· Teatro Pablo Tobón
· Fundación Universitaria Bellas Artes
· La Ceiba de la Oriental
· Diógenes
· La rotonda
· La Bachué
· Los villares
· Y el cruce entre La Playa y la Oriental
De estos sitios emergen las categorías propias de la playa, por relevancia, el sector comercial, la herencia cultural de los teatros y la música, la importancia de los árboles del sector.
Acercamiento a la narrativa
Las sensaciones brotaron con ayuda de preguntas generadoras, la primera invitó a que los participantes se reflejaran en La Playa, que en vez de reducirse a habitarla se convirtieran en ella. El imaginario no demoró en dar sorpresas, algunos decían que les gustaría no tener carros, solo peatones que caminaran sobre ellos, otros manifestaban que les encantaría estar siempre iluminados y con vigilancia para que sus habitantes sintieran la seguridad de recorrerlos.
Luego de dejar volar la imaginación, se volvió a recordar los sentidos despertados en el recorrido. Empezando por la vista, llevando al grupo a recordar los colores que resaltaron en su recorrido, el verde fue uno de los primeros colores en resaltar por la naturaleza que abraza a La Playa, pero que se ve interrumpido por el negro de las rejas que han sido puestas para suplir el deseo de seguridad y se ven combinadas en el multicolor de los grafitis y las pancartas de información que son puestas indiscriminadamente, perturbando los colores que deberían resaltar. Siendo esas dos problemáticas lo que le dio paso a aquello que llamaba la atención, porque irrumpía en la belleza colonial del lugar que para muchos es la muestra del privilegio que se tiene al habitar calles que conservan su primera arquitectura.
Los recuerdos se hicieron notar al resaltar la belleza de la antigüedad de algunas de sus casas, la conversación se adueñó de las reminiscencias de los presentes, volviendo a los alumbrados, el desfile de mitos y leyendas, las llaves antiguas, los puestos de flores y de periódicos. La nostalgia se apoderó de la sala, aunque los recuerdos fueran llegando desde la alegría de escuchar que muchos compartían momentos, el asombro individual fue ver que en un grupo tan diverso a todos les unía el deseo de cambio y el amor que le tenían a La Playa.
Al cambiar de sentido y empezar a buscar los sonidos, el comandante de este grupo fue el pregón de los vendedores ambulantes combinados con el ruido de pájaros, el viento también fue protagonista, aunque para escucharle se tuviera que tener mayor concentración. El sonido que más se extrañó fue el mismo silencio, pues la sobre estimulación era algo que irrumpía en la tranquilidad del espacio.
El olfato se convirtió en una mezcla abstracta y bastante curiosa, pero si se sale a recorrer las calles se podrán encontrar cada uno de los olores mencionados, el olor a diesel de los carros y las busetas, la mariguana que viaja en el aire a la velocidad de la luz y las papitas fritas que junto a los churros abren el apetito de los transeúntes.
El tacto se sumó a la experiencia, que luego de tomar impresiones por diferentes calles de La Playa, las texturas a resaltar fueron la áspera, rugosa y lisa, que no solo son el reflejo del aguante de un lugar que aparentemente parece detenido en el tiempo, son historia que aún vive y desea ser contada, abrazada, cuidada, pero no reinventada.
Para ir cerrando la experiencia se volvió a pedirle a los asistentes que dejaran volar su imaginación, y luego de activar los sentidos pensaran que podría hacer que La Playa fuera mejor, todos estuvieron de acuerdo a que la seguridad era primordial para crear conciencia, impulsar el arte, conservar la estética colonial, fomentar la alegría, que la unión que se veía en la sala se empezara a reflejar en las calles.
El gran cierre buscó que se mencionaran los lugares más icónicos de La Playa, sin duda alguna El Teatro Pablo Tabón brilló con delantera, al igual que El Palacio de Bellas Artes, pero también se mencionaron lugares poco comunes que solo un verdadero observador podría mencionar, como lo fue la rotonda del Pablo Tabón, el busto de Débora o la escultura de Rodrigo.
En la narración de la experiencia atravesando La Playa, el contraste se hace inmediato y las emociones que evoca el territorio al observarlo más atentamente, no son todas positivos. En la cotidianidad, la indiferencia protagoniza la actitud del transeúnte ante lo que ve y siente; al enfrentarse al examen riguroso del entorno, la experiencia reconoce la soledad que evoca el flujo indiferente de personas, la tristeza del abandono de sus calles y en la condición de sus gentes (aquellos que no están de paso en el “Centro”, que lo habitan como saber hacerlo), o la inseguridad de la ciudad hostil, demasiado grande para ser vigilada.
La inmersión que se le dio a los participantes no solo fue una excusa para volver al pasado, sino la necesidad de sentir ese peso, para ver el futuro que se soñaba y empezar a moldearlo en el presente, hacerles sentir con todos sus sentidos fue solo un recuerdo de lo vivo que se está y lo inmerso que está en la cotidianidad rutinaria.